(1) Todo sucedió, cuando una tarde decidí ir a la tienda a comprar algo, donde me encontré con un familiar de mi esposo, quien tiempo atrás había empezado a levantarme calumnias, al saludarle no me contestó, le pregunté que le pasaba por su actitud tan hostil, en ese momento me empezó a insultar con palabras muy groseras, y yo sin saber que hacer; vi su rostro totalmente desfigurado con odio hacia mí, a todo esto yo respondí que sacara todo su veneno, este familiar reacciono de tal manera que alzó su mano y me pegó en la cara, me encendí tanto que le devolví la cachetada, y fue hasta aquí donde me permitió llegar mi Señor, hasta aquí terminó la antigua Flor, en ese instante sentí un viento sobre mí, como si me atara de manos y pies, en mi cabeza y en mi corazón retumbaba este mensaje: “Presenta tu mejilla izquierda al que te abofetea la derecha y al que te arma pleito por la ropa entrégale también el manto, si alguien te obliga a llevar la carga pesada llévaselo el doble de lo que te pida, al que te pida algo no le vuelvas la espalda al que te solicite algo prestado, dáselo”, (Mateo 5, 39-42).
(2) Un día mientras dormía, me despertó una presencia tan grande, eran las 6 am, era la Madre de mi Señor, ¡que ternura!, yo no la vi, ni falta que me hacía, yo solo sabía que estaba cerca de mi cama, en aquel tiempo mi esposo trabajaba por las noches.
Ella me dijo: “Levántate y ora para que tu esposo no caiga en tentación”, lo llamó esposo, aun cuando todavía no nos habíamos casado por la Iglesia, cuando yo acordé estaba en el piso de rodillas con mi rosario en mano, sentía que cada ave maría eran como pétalos que salían de mis labios, a partir de este momento mi esposo tuvo una conversión radical y empieza a reparar sus faltas.